2013/04/05: La crueldad del último minuto

El murcianismo siempre ha ido de la mano del sufrimiento y lo épico, así lo ha hecho desde hace años y no parece que vaya a cambiar a estas alturas.

Ayer fue uno de estos partidos, un Real Murcia con una racha lamentable, se enfrentaba a uno de los candidatos al ascenso, el Villarreal, que venía crecido y arropado por la friolera de más de 2500 aficionados que intentaban tomar Nueva Condomina; además, y, por primera vez en mucho tiempo, el Real Murcia iniciaba en puestos de descenso el partido, y como encargado de dirigir la contienda estaba Pino Zamorano, de infausto recuerdo por estas tierras, así que era una cuestión de vida o muerte. Una auténtica final, para lo que el Real Murcia necesitaba toda su artillería.

Y, frente a las adversidades, como siempre, surgió la voz de la afición, una afición que se unió bajo el lema de "el murcianismo no se rinde", y pidió al club, aunque sin éxito, medidas para frenar la marea amarilla y conseguir teñir de pimentonero Nueva Condomina en un momento crucial para el equipo.

Antes del pitido inicial se podía sentir ese halo de responsabilidad y partido especial, con una zona de animación más poblada y activa que nunca, con ese sentimiento de orgullo herido, y coscientes de que la salvación empezaba en la grada, que sólo con la unión de equipo y afición, el equipo evitaría el descenso, y, en este partido, la reconciliación fue plena, unos y otros se desfondaban por dar todo al otro.

Y mientras el Fondo Sur rugía murcianismo, se libraba en el Fondo Norte una batalla en que ambas aficiones intentaban que su voz se alzara por encima de la del rival y los gritos de ánimo llegaran a sus jugadores, un espectáculo que también se veía acompañado en el terreno de juego, donde unos y otros se esforzaban por hacerse con el control del esférico y acercar a su equipo al objetivo.

El murcianista empezó a dominar el partido, tanto en el campo como en la grada, y era superior al rival, y, fruto de ese dominio nació el primer gol, que adelantaba a los locales, enloquecía a la grada y silenciaba a los visitantes.

Y con ese marcador se llegaba al descanso, pero claro, esto es Murcia, y, nada podía ser tan fácil, en el minuto 55, Matilla era expulsado, quedaban 35 minutos en inferioridad frente a un rival que luchaba por el ascenso, minutos que un Real Murcia soberbio, con un Javi Jimenez proverbial aguantaba estoicamente; y así llegamos al minuto 90, Pino Zamorano decidía entonces añadir nada más y nada menos que 6 minutos.

Y otra vez en el último minuto, en el 95, llegaba el mazazo en forma de gol, que cayó en la grada como un jarro de agua fría; se esfumaron con él dos puntos, pero hay una cosa clara, jugando así, y con esa unión entre el equipo y la grada, la permanencia está asegurada, y es que, como reza la pancarta, ¡NO NOS RENDIMOS!

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