Después de una temporada muy mala, llegábamos a Gerona en la última jornada jugándonos la permanencia con 8 equipos más, después de 3 victorias seguidas cuando ya muchos nos habían dado por muertos, sabíamos que no iba a ser fácil, éramos los únicos que jugábamos contra un rival que también se jugaba algo, sabíamos que Cartagena no nos iba a hacer un favor contra el Albacete.
Y, Región Grana no podía fallar en este viaje, así que nos apuntamos en los autobuses, y Pablo bajaría desde Grenoble (Francia) donde estaba haciendo un Erasmus, para encontrarse con nosotros después de casi 20 horas de viajes con dos tranvías, tres trenes y tres autobuses; el resto, sin poder dormir por los nervios nos subimos a los autobuses a las 5:30 de la mañana, sabíamos que era quizás el partido más importante de nuestra vida, que teníamos que darlo todo como si no hubiera mañana.
300 valientes murcianos, como aquellos espartamos, nos dirigíamos a Gerona a defender un escudo, una historia, a defender al Real Murcia hasta el final, antes de llegar, Pablo nos llamaba desde Montpellier, una huelga de trenes iba a impedirle llegar, mal presagio, pero teníamos claro que animaríamos por él, el Murcia nos necesitaba, el ¡¡SÍ SE PUEDE!! inundaba cada rincón, y llegamos a Montilivi, el campo de batalla que decidiría nuestro futuro, para bien o para mal.
Poco después de empezar el partido, los resultados nos hundían, pero permanecimos firmes, animando, sabíamos que dependíamos de nosotros mismos, y llegó el gol, el gol y la locura, la permanencia estaba cerca, y la heróica que habíamos logrado se recordaría mucho tiempo, la tensión iba aumentando, el final estaba cada día más cerca, y llegó el temido descuento.
Y en ese descuento, el sino murcianista, el sufrimiento, la crueldad que siempre se ha cebado con nosotros, en el minuto 94 el árbitro se inventa un penalty a favor del Gerona, todas nuestras esperanzas están puestas en Alberto, nadie quería mirar, no entendíamos esa crueldad, el fútbol nos debía uno, y cuando lanzó la pena máxima, vimos la estirada de Alberto que detuvo el balón, pero... la mala suerte siempre se ha cebado con nosotros, el balón rebotó en el tacón de Alberto y entró llorando en la portería, no había tiempo para más.
Silencio, lágrimas, incredulidad, no había forma más cruel de descender, no había forma más murcianista, sólo hay que ver imágenes como la de Álvaro en el campo o la de Albiol desmayado.
Ahora, algunos desaparecerán, pero nosotros siempre estaremos ahí, animando hasta el final, estemos donde estemos, por ese escudo, por esos colores, y estoy seguro que Gerona ha hecho al murcianismo más fuerte.
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